miércoles, 20 de marzo de 2013

Siglo XVII: los clásicos y la estética barroca. La República literaria (primera parte)

Aunque la etimología no esté clara, nos sirve saber que probablemente la palabra "Barroco" derive del portugués "berrueco", o una perla irregular con deformaciones. La irregularidad, la línea curva y dinámica (como la que vemos en la fotografía de esta iglesia romana, San Andrea del Quririnal, diseñada por Bernini) se alían desde el punto de vista literario al predominio de la "inventio" y los juegos conceptuales. Hay clásicos más barrocos que otros, como puede ser el caso del historiador Tácito, o del poeta épico Lucano. Esto confiere a lo barroco una dimensión atemporal, como categoría filosófica y estética ("lo barroco" de Eugenio D'Ors) que nos sirve para comenzar reflexionando antes de adentrarnos en los sinuosos caminos de la tradición clásica a lo largo del siglo XVII. Por Francisco García Jurado.

-Elogio de la línea curva. El barroco como estética y visión del mundo. Un paseo por Roma.

http://www.facebook.com/media/set/?set=a.10150283566017199.338027.130834052198&type=3

Barroco histórico y frente a “lo barroco” como concepto filosófico y estético. El libro imprescindible:

Eugenio D’Ors, Lo barroco, prólogo de A. E. Pérez Sánchez y edición de Ángel d'Ors y A. García Navarro, Alianza/Tecnos, Madrid, 2002

Lo barroco de Eugenio d'Ors: “Lo barroco, nacida como la mayoría de las obras de Eugenio d’'Ors en las páginas del 'Glosario', recoge su propuesta de reemplazar la noción de 'el Barroco', como categoría puramente histórica y restringida al ámbito de las artes plásticas, por la de 'lo barroco', entendida como categoría filosófica, como 'constante histórica', contrapuesta a 'lo clásico'. 'Lo barroco' debe ser entendido como expresión de una cierta actitud del hombre ante la vida, que cabe reconocer en múltiples manifestaciones del espíritu, en cualquier etapa de la historia de la humanidad. 'Lo barroco' designa aquella actitud del espíritu que obedece al ciego impulso espontáneo de la naturaleza; 'lo clásico' por el contrario, aquella otra que se propone encauzar tales impulsos mediante su sumisión a un designio libre. Son las 'formas que vuelan' frente a las 'formas que pesan'. Y el autor, aunque propugna la primacía de 'lo clásico' en cuanto expresión más plena del ser del hombre, no puede dejar de sentir la fascinación de 'lo barroco', de esos juegos entre la sensibilidad y la inteligencia, en los que esta última debe salir victoriosa.

Pedro Aullón de Haro y la estética del barroco: http://elpais.com/diario/2004/11/09/cultura/1099954805_850215.html







-Miguel de Cervantes y la literatura latina: la concisión y la parodia

Sobre la concepción romántica del Quijote http://elpais.com/diario/2005/10/15/babelia/1129331828_850215.html

Una pincelada crítica de Paul Groussac, antecesor de Borges en la dirección de la Biblioteca Nacional Argentina, quien dice lo siguiente sobre la habilidad contemplativa y descriptiva de Cervantes y Virgilio:

“Digamos, sin embargo, para no exagerar, que al lado de sus insípidas descripciones «poéticas», tomadas en los libros, se encuentran en el Quijote algunas rápidas visiones de naturaleza, si bien más sugeridas que presentadas: tal, verbigracia, aquel croquis del Toboso dormido que, con cuatro o cinco rasgos triviales, produce una sensación total tan penetrante como el nox erat de Virgilio. Y acaso sea uno de los misterios del genio el dar la impresión de las cosas sin describirlas...” (Paul Groussac, “Cervantes y el Quijote”, en Crítica literaria, pp. 53-54)

La Eneida en el Quijote

Paladión

"Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha
Capítulo XLI De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura

Y con esto se volvieron a subir en Clavileño, y al subir, dijo don Quijote:

-Tapaos, Sancho, y subid, Sancho; que quien de tan lueñes tierras envía por nosotros no será para engañarnos, por la poca gloria que le puede redundar de engañar a quien dél se fía; y puesto que todo sucediese al revés de lo que imagino, la gloria de haber emprendido esta hazaña no la podrá escurecer malicia alguna.

-Vamos, señor -dijo Sancho-; que las barbas y lágrimas destas señoras las tengo clavadas en el corazón, y no comeré bocado que bien me sepa hasta verlas en su primera lisura. Suba vuesa merced, y tápese primero; que si yo tengo de ir a las ancas, claro está que primero sube el de la silla.

-Así es la verdad -replicó don Quijote.

Y sacando un pañuelo de la faldriquera, pidió a la Dolorida que le cubriese muy bien los ojos; y habiéndoselos cubierto, se volvió a descubrir y dijo:

-Si mal no me acuerdo, yo he leído en Virgilio [1] aquello del Paladión de Troya, que fue un caballo de madera que los griegos presentaron a la diosa Palas, el cual iba preñado de caballeros armados, que después fueron la total ruina de Troya; y así, será bien ver primero lo que Clavileño trae en su estómago.

-No hay para qué -dijo la Dolorida-; que yo le fío y sé que Malambruno no tiene nada de malicioso ni de traidor; vuesa merced, señor don Quijote, suba sin pavor alguno, y a mi daño si alguno sucediere."

Nota: Se está refiriendo al caballo de Troya, inspirado por Palas Atenea (Eneida, II, 14-20), pero no a ella presentado, como indica aquí DQ y era moneda corriente en la época; el Paladión, en realidad, era una imagen de Palas esculpida por ella misma.

Tirios y Troyanos

"Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha
Capítulo XXVI Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas

«Callaron todos, tirios y troyanos [1]», quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas, cuando se oyeron sonar en el retablo cantidad de atabales y trompetas y dispararse mucha artillería, cuyo rumor pasó en tiempo breve, y luego alzó la voz el muchacho y dijo:

—Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa es sacada al pie de la letra de las corónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes y de los muchachos por esas calles. Trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza [3]; y vean vuesas mercedes allí cómo está jugando a las tablas don Gaiferos, según aquello que se canta:

Jugando está a las tablas don Gaiferos,
que ya de Melisendra está olvidado.”

Nota: ‘cartagineses y troyanos’. Es el comienzo del libro segundo de la Eneida, en la traducción de Gregorio Hernández de Velasco (Amberes, 1557), en el momento en que Eneas va a contar a Elisa Dido la guerra y destrucción de Troya."

Bibiliografía esencial
Antonio Barnés, Yo he leído en Virgilio. La tradición clásica en el Quijote, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2009
Tarsicio Herrera Zapién, Las aventuras romanas de Don Quijote
http://www.asociamec.org.mx/IIColoquioPDFs/11_HERRERA.pdf



Apuleyo y la lucha de don Quijote contra los cueros de vino (primera parte, capítulo XXXV) BAMBECK, Manfred: «Apuleyo y la lucha de Don Quijote contra los cueros de vino». Prohemio, 5 [2-3] (1974), 241- 252

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