miércoles, 20 de marzo de 2013

El Renacimiento de los clásicos (primera parte): cuestiones preliminares y Lazarillo

Entramos en una nueva etapa de la historia literaria y cultural. La filología y el conocimiento del latín se convierten en la verdadera llave que nos lleva a los clásicos. Damos dos pasos hacia atrás para dirigir nuestro rumbo hacia delante: el pasado se convierte en la garantía que funda el futuro. Por ello, en este capítulo, a pesar de estar dedicado al siglo XVI, volvemos de nuevo nuestra mirada al siglo XV, en particular a las Introductiones Latinae de Nebrija, que suponen, gracias a su limpio planteamiento gramatical, la puerta de entrada de las letras clásicas en la literatura española. Asimismo, dentro de los preliminares, trataremos brevemente acerca de una tradición literaria que pudo ser y no fue dentro de nuestras letras, como es la de la Biblia. A diferencia de la literatura inglesa, la española no ha tenido el peso de las letras bíblicas. Asimismo, ligado a este tema, no podemos dejar de hablar acerca de Erasmo y el erasmismo, aprovechando, asimismo, que acaba de descubrirse en Ámsterdam (cuya Sinagoga de los portugueses reproduzco en la fotografía) la primera traducción del Elogio de la locura de Erasmo al español. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
La llave del latín. Las Introductiones Latinae de Nebrija

http://elpais.com/diario/1981/01/16/cultura/348447601_850215.html

La Biblia del Oso

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/cultural/2001/09/08/028.html

Imprenta y bibliofilia

http://www.slideshare.net/pacogarjur/bibliofilia-y-poder

Erasmo y el erasmismo

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/15/actualidad/1329323824_315470.html

La biblioteca de Bancarrota y los libros heterodoxos: Lazarillo y Erasmo

http://194.179.111.13:8080/biex/static/bb.action

Francisco RICO, “La librería de Barcarrota”, en Los discursos del gusto. Notas sobre clásicos y contemporáneos, Barcelona, 2003, pp. 222-225 (El País, suplemento Babelia, nº 431, 26-II-2000);

El prólogo del Lazarillo de Tormes y los tópicos literarios que nacen en la literatura antigua:

Prólogo
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas (1), vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido (2), pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite (3). Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena (4); mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello, y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son (5). Y esto para que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fructo (6).
Porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben (7). Y, a este propósito, dice Tulio: «La honra cría las artes» (8).
¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala tiene más aborrecido el vivir? No por cierto; mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro; y así en las artes y letras es lo mismo (9). Predica muy bien el presentado y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas; mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: «¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!» (10). Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad?
Y todo va de esta manera: que, confesando yo no ser más santo que mis vecinos, de esta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades.
Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, pareciome no tomarle por el medio, sino del principio (11), porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto (12).

(1)Horacio, Odas 3,1,2-4 “Carmina non prius audita… canto”
(2) La “sepultura del olvido” está en Cicerón (Cic. Arch. 24): “¡Cuántos cronistas de sus hazañas se cuenta que llevó consigo el célebre Alejandro Magno! Y sin embargo, cuando llegó junto al sepulcro de Aquiles en Sigeo, exclamó: «¡Qué afortunado joven, que tuviste a Homero como cantor de tu valor!» Y con razón, pues, sino hubiera existido la famosa Ilíada, el mismo túmulo que tapaba su cuerpo también también habría sepultado su nombre. Y nuestro gran Pompeyo, que igualó su fortuna a su valor, ¿acaso no concedió la ciudadanía durante una arenga a Teófanes de Mitilene, relator de sus gestas, y no es cierto que aquellos hombres valerosos pero rudos soldados aprobaron aquello en medio de un enorme griterío como si fueran partícipes del premio, contagiados del dulce favor de la gloria?” (Cicerón, Discurso en defensa del poeta Arquías, Trad. de Antonio Espigares, Madrid, 2000)
Asimismo, vemos cómo en la carta que Plinio el Joven escribe acerca de la fama (Ep. IX 23) el cultivo de la letras no se presenta como una mera cuestión desinteresada o autocomplaciente. Su fin es lograr una gloria inmortal entre los hombres.
(3) Horacio, Ars Poetica 333 “aut prodesse … aut delectare”
(4) Plinio el Joven, Epístolas 3,5,10 “Dicere etiam solebat nullum esse librum tan malum, ut non ali qua parte prodesset”.
(5) Horacio, Epístolas 2,2,58-63 “denique non omnes eadem mirantur amantque… Renuis quod tu, iubet alter.” Puede encontrarse la misma idea tópica en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés: «Va sabéis que, assí como los gustos de los hombres son diversos, assí también lo son los juizios; de donde viene que, muchas vezes, lo que una aprueva condena otro, y lo que uno condena aprueva otro» (Valdés, J. de, p. 239).
(6) En particular, una frase de la carta de Plinio (verum fatebor, capio magnum laboris mei fructum [Plin. Ep. IX 23,5]) nos acerca directamente a la idea del fructus ciceroniano (Cic. Arch. 16): “Dentro de esta clase de personas está Escipión Africano, digno de estar entre los dioses y al que conocieron nuestros padres; están C. Lelio anciano, Catón, el más valeroso e instruido de su tiempo. Todos ellos, si los libros no les hubieran ayudado en nada a la hora de conocer y mejorar sus cualidades pesonales, nunca se habrían entregado a su estudio. Y aunque este beneficio tan enorme (hic tantus fructus) no fuera evidente y sólo buscáramos en ellos el mero placer, creo que consideraríais esta tendencia del espíritu la más digna del hombre, y la más liberadora.” (Ibidem). Precisamente, ecos notables de este discurso ciceroniano se encuentran dentro del prólogo del Lazarillo de Tormes, en particular esta idea del fruto de la gloria (“pudiendo sacar della algún fructo”).
(7) Comparemos el texto con lo que nos cuenta Michel de Montaigne al comienzo de sus ensayos: “Au Lecteur. C'EST icy un livre de bonne foy, lecteur. Il t'advertit dés l'entree, que je ne m'y suis proposé aucune fin, que domestique et privee: je n'y ay eu nulle consideration de ton service, ny de ma gloire: mes forces ne sont pas capables d'un tel dessein. Je l'ay voüé à la commodité particuliere de mes parens et amis: à ce que m'ayans perdu (ce qu'ils ont à faire bien tost) ils y puissent retrouver aucuns traicts de mes conditions et humeurs, et que par ce moyen ils nourrissent plus entiere et plus vifve, la connoissance qu'ils ont eu de moy. Si c'eust esté pour rechercher la faveur du monde, je me fusse paré de beautez empruntees. Je veux qu'on m'y voye en ma façon simple, naturelle et ordinaire, sans estude et artifice : car c'est moy que je peins. Mes defauts s'y liront au vif, mes imperfections et ma forme naïfve, autant que la reverence publique me l'a permis. Que si j'eusse esté parmy ces nations qu'on dit vivre encore souz la douce liberté des premieres loix de nature, je t'asseure que je m'y fusse tres-volontiers peint tout entier, Et tout nud. Ainsi, Lecteur, je suis moy-mesme la matiere de mon livre : ce n'est pas raison que tu employes ton loisir en un subject si frivole et si vain. A Dieu donq. De Montaigne, ce 12 de juin 1580”
(8) Cicerón, Tusc. 1,2,8 “honra alit artes”.
(9) La idea del deseo de alabanza en el cultivo de la artes está ampliamente desarrollada en el Pro Archia de Cicerón.
(10) Sobre la prevención de la vanagloria véase el De doctrina Christiana de San Agustín.
(11) La narratio puede disponerse en un orden natural o artificial. Cicerón, ad Atticum 1,16,1 y Quintiliano 7,10,11.
(12) F. Rico señala que esta frase del Lazarillo puede mantenerse dentro del “ámbito de un pasaje” del Bellum Iugurtinum de Salustio (1,1-3)

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