martes, 19 de marzo de 2013

Literatura europea y Edad Media española (primera parte)

Nos adentramos ahora en los comienzos de la literatura española para indagar acerca del papel que la tradición clásica tuvo en este largo período de la Historia. Para ello debemos considerar, primero, si la Edad Media española supuso una "continuidad" o una "discontinuidad" con respecto a la tradición clásica. Vamos a comenzar comentando dos textos muy significativos, uno de la General Estoria de Alfonso X el Sabio, precisamente acerca de la leyenda de Troya, y otro del Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita, donde veremos uno de los retratos más característicos de Virgilio durante la Edad Media: su faceta de "mago" (la imagen reproduce, precisamente, la supuesta tumba de Virgilio, cerca de Nápoles). POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE
In medium sordes? El paradigma histórico de la Edad Media

González Rolán, Saquero y López Fonseca (González Rolán et alii, La tradición clásica en España (siglos XIII-XV). Bases conceptuales y bibliográficas, Madrid, Ediciones Clásicas, 2002), al dedicar su estudio, precisamente, a la Tradición Clásica en la Edad Media, ponen de manifiesto lo erróneo que supone considerar lo medieval como algo ajeno al legado de la Antigüedad:

A primera vista puede parecer sorprendente y hasta paradójico que relacionemos los términos tradición clásica, o humanismo, con la Edad Media, sea hispánica o europea, en primer lugar, porque la inmensa mayoría de los historiadores de las literaturas vernáculas cuando dedican un capítulo a estos temas lo comienzan siempre a partir del Renacimiento y sobre todo porque los propios humanistas italianos dejaron muy claro que su ideal de civilización inspirado en la Antigüedad grecolatina se oponía radicalmente a la Edad Media, que para ellos era sinónimo de barbarie (...) (González Rolán et alii 2002, p. 19)

Tal idea fue alimentada tanto por lo que el primer humanismo supuso de superación de ciertos hábitos propiamente medievales, como por el pensamiento ilustrado. Sin lugar a dudas, la oposición entre lo “medieval” y lo “humanístico” (entiéndase “renacentista”) constituye una polaridad muy productiva en el siglo XIX que dividió a ciertos teóricos entre los partidarios de lo clásico, de un lado, y de lo medieval (bizantinismo, goticismo), por otro. Esto coincide con la compleja tensión entre “clásicos” y “románticos” de la que hablaremos más tarde. No en vano, el término “Renacimiento” se acuña en el contexto de esta polaridad, sólo en apariencia insalvable, dado que la “Tradición Clásica” corrige lo anterior cuando engloba dentro de su estudio la transmisión de los clásicos durante la Edad Media. La obra de González Rolán et alii se inscribe conscientemente en la línea de los estudios de Ernst Robert Curtius, quien, al margen de sus carencias, trata de buscar la unidad europea a través de la misma transmisión del legado clásico durante la Edad Media.

Ángel Gómez Moreno, “Letras latinas, tradición clásica y cultura occidental”
http://www.ehumanista.ucsb.edu/volumes/volume_07/Articles/3%20Gomez.pdf

La General Estoria de Alfonso X el Sabio y la leyenda de Troya. Dido y Eneas. La virtud de Dido
http://e-spania.revues.org/317?lang=es
http://cvc.cervantes.es/literatura/criticon/PDF/044/044_027.pdf

DE CUEMO FUXO ENEAS DE AFFRICA E DEXO LA REYNA DIDO
Much era bien andant Eneas en Affrica con la reyna Dido: primeramientre que auie a ella por muger, que era muy fermosa e muy sesuda; demás que auie el sennorio de Carthago e de tod aquella tierra, e fazien todos quant le mandaua, e otrossi muy grandes riquezas ademas quel diera ella; y estás cosas la fazien seer uicioso e rico e poderoso. E duro assi bien tres annos en esta bien andanqa. Mas uentura, que pocas uezes dexa a omne ficar en un estado, guiso por que lo perdiesse todo Eneas assi cuerno contaremos. En aquella cibdat de Carthago auie un grand templo que fiziera fazer la reyna Dido a onra d'Escolapio quando poblara la cibdat; e por que os omnes ouiessen mayor sabor, deuen ir fazer y oration, fiziera y pintar muchas estorias de los grandes fechos que acaecieran por el mundo, e sennaladamientre la de Troya que fuera aun poca sazón auie; y estas debuxaduras eran tan bien figuradas e tan ricamientre que meior non podrien seer, y era cada una estoria fecha por si apartadamientre. E por que la de Troya hicieran apostremas que todas las otras, pintaron la fuera de un portal que era cuerno logar apartado; y Eneas, maguer que muchas uezes uiniera a aquel templo e uiera las otras estorias, no auie uisto la de Troya. Ond acaeció assi, que la reyna su muger leuol alia, e mostrol tod el templo e las riquezas que y auie, e aquellas estorias todas; e apostremas leuol a aquel logar o era pintada ell estoria de Troya, e mostrogela. Y el, quando la uio, ouo ende muy grand pesar. Lo uno por que tan noble cibdat com aquella fuera destroyda e murieran y tantos omnes buenos, lo al por que entendió que los omnes daquella tierra sabien por aquellas pinturas mas de su fazienda que el non quisiera; e por end partios dalli con muy grand pesar; pero sopos encobrir tan bien que non gelo sopo ninguno, e puso en so coracon dirse daquella tierra e numqua tornar y mas. E busco carrera cuerno lo dixies a su mugier de manera que noi pessase ; e las razones quel mostro quel dexasse yr fueron estas : dixo que quando so padre muriera en Cezilia quel prometiera de fazer grandes onras en su sepultura e de dar mucho por su alma quando conseio ouiesse fazer, ca estonce no lo uuiara complir nin tenie de que ; mas pues que era rico e abondado, que en todas las guisas tenie que lo deuie complir, e por end querie yr alla ; e quel rogaua quel ploguiesse, ca no lo podia escusar. Ella quando lo oyó, pésol tan de coracon que mas nom podrie, e llorando muy fuerte antel, rogol que no lo fiziesse, diziendol que non podrie yr a ninguna tierra o tanta onral fiziessen com en aquella, ni que de tan sennor fuesse ; e otrossi que non podrie yr a ninguna parte o fallasse tal cibdat com aquella ni fazella de nueuo, ni mugier que tantol amas como ellal amaua ni que tantas onras le fiziesse ni que tanto ouiesse fecho por el. E demás que bien sabie las yuras y el pleyto que ouiera con ella quando casaran que numqua la dexas. Mas por todas estas razones, ni por otras muchas quel dixo, ni por muchas lagrimas que echo antel, ni por grande duelo que fizo, nol pudo desuiar ques non fuesse; pero prometiendol todauia ques tornarie a ella. E Ella, creyendo que serie assi, conortos ya quanto (*), e guisol muy bien, y enuiol much onradamient, ca dotra guisa non se pudiera yr de la tierra d'Affrica sino con plazer della, ca ella era sennora de Carthago e de toda la otra tierra en derredor. Eneas, después que se espidió de su mugier, nin quiso luego entrar en mar, mas andudo una pieça por la tierra por que los omnes buenos e onrados se pudiessen espedir del antes que se fuesse, e otrossi por que pudiesse catar puerto por
o se fuese mas ayna a Ytalia.

(*) Ya cuanto = algo

Alfonso el Sabio, La primera crónica general (http://biblioteca.cchs.csic.es/digitalizacion_tnt/pdfs/264127.pdf)

El Arcipreste de Hita y su libro del buen amor. Pamphilus y Ovidio
http://parnaseo.uv.es/lemir/Revista/Revista8/ArsAmandi.htm

Virgilio como mago

Aquí fabla del pecado de la luxuria

257 Siempre está loxuria a do quier que tú seas,
adulterio et forniçio todavía deseas,
luego quieres pecar con qualquier que tú veas,
por complir la loxuria en guiñando las oteas.


258 Fesiste por loxuria al profeta David,
que mató a Urías, quando le mandó en la lid
poner en los primeros, quando le dixo: 'Id,
'levad esta mi carta a Joab et venid24.'


259 Por amor de Bersabee la muger de Urías
fue el rey David omeçida, e fiso a Dios fallías:
por ende non fiso el tempro en todos los sus días,
fiso grand penitençia por las tus maestrías.


260 Fueron por la loxuria çinco nobles çibdades
quemadas e destroídas; las tres por sus maldades,
las dos non por su culpa, mas por las veçindad
por malas veçindades se pierden eredades25.


261 Non te quiero por vesino, nin me vengas tan presto:
al sabidor Virgilio, como dise en el testo,
engañole la dueña quando lo colgó en el çesto,
coydando que lo sobía a su torre por esto26.


262 Porque le fiso desonra, et escarnio del ruego,
el grand encantador físole muy mal juego,
la lumbre de la candela encantó et el fuego,
que quanto era en Roma en punto morió luego.


263 Ansí que los romanos fasta la criatura
non podíen ayer fuego por su desaventura,
si non lo ençendían dentro en la natura
de la muger mesquina, otro non les atura.


264 Si dava uno a otro fuego o la candela,
amatávase luego, e veníen todos a ella,
ençendíen allí todos como en grand çentella,
ansí vengó Virgilio su desonra e querella.


265 Después d'esta desonra et de tanta vergüeña,
por faser su loxuria Virgilio en la dueña
descantó el fuego que ardiese en la leña,
fiso otra maravilla qu'el omen nunca ensueña.


266 Todo el suelo del río de la çibdad de Roma
Tiberio agua cabdal que muchas aguas toma,
físole suelo de cobre, reluse más que goma,
a dueñas tu loxuria d'esta guisa las doma27.


267 Desque pecó con ella, sentiose escarnida,
mandó faser escalera de torno enjerida
de navajas agudas, por que a la sobida
que sobiese Virgilio, acavase su vida.


268 Él sopo que era fecho por su escantamente,
nunca más fue a ella, nin la ovo talente,
ansí por la loxuria es verdaderamente
el mundo escarnido, et muy triste la gente.


269 De muchos ha que matas, non sé uno que sanes:
quantos en tu loxuria son grandes barraganes,
mátanse asimesmos los locos albardanes,
contésçeles como al águila con los neçios truanes.

No puedo evitar que leáis ahora lo que cuenta Agustín García Calvo acerca de esta figura tan peculiar de Virgilio como hechicero o mago (recordad que Dante devolverá a Virgilio su condición de poeta, para convertirlo en su guía por el purgatorio y el infierno):

“Una memoria viva quiere decir una memoria viviente, y por lo tanto cambiante según
las leyes de la tradición, que no saben nada de los pruritos de verdad histórica a que
se iría volviendo desde el Renacimiento en el afán de reconstrucción de lo pasado, su
renacimiento, que es lo contrario de su pervivencia. Y por cierto que ese destino de la
figura está en cierto modo dibujado en el del propio nombre: que el nombre de Vergilius
aparezca como Virgilio, fr. Virgile, ingl. Virgil, con una i en la primera sílaba (por una
posible presión también de la etimología popular a que después aludiremos seguramente)
nos guarda en tal alteración un testimonio de la tradición viva de la persona.
Es así que en esa tradición, surgida acaso remotamente en torno al recuerdo del lugar
de su tumba en Nápoles, se esparciría la fama de una figura de sabio, inventor, adivino
y hechicero, hábil en diversos modos de ensalmos y de filtros, ya tocantes a la ultratumba o ya al amor (en el que también se enredaba en esa pervivencia aquél que
en su vida con tanta cautela acaso lo rehuyera) que llevaba el nombre de Virgilio. Y
así, en Juan de Salisbury (Siglo XII) lo encontramos, en medio de una plaga de moscas,
inventando una mosca mecánica terrible que acaba con todas las de la nación; y así
en el Libro de buen amor nos lo presenta Juan Ruiz haciendo maravillas de encantamiento del fuego y de hacer de cobre el fondo del río Tiber para conquistar y luego guardarse de una dama a la que deseaba y que le había hecho aquella burla:

Al sabidor Virgilio, commo diz' en el testo,
engañólo la dueña quando l' colgo 'nel cesto.
(261 b–c)

Y todavía a comienzos del siglo XVI el libro de Les faicts mervelleux de Virgille se publicaba con éxito y hacía entrar esa figura en los nuevos tiempos.
Pues bien, esa curiosa forma de sobrevivencia se la debió Virgilio sin duda, por un lado,
a la IV bucólica y su profecía; aunque también la VIII, que es de tema de encantamientos amorosos (siguiendo aquí fielmente modelos de Teócrito) podría, de haberse mantenido lo bastante popular, haber contribuido a aquella fama; y por otro lado, al libro VI de la Eneida, en el cual, llegando al centro de su poema grande, cuenta el poeta la bajada de su héroe Eneas a los mundos soterraños o de ultratumba; mundo
que le había tentado antes en la historia de Eurídica y Orfeo con que se cierra el libro
IV de las Geórgicas.
Baja Eneas guiado por la Sibila de Cumas, aquella cuyos oráculos, desparramados al
viento en volanderas hojas de árbol hasta el momento que llega el héroe a visitarla y
pone orden en su archivamiento, se recordaban al principio de la IV égloga como
fundamento de la profecía. Y en aquel viaje se encuentra Eneas con los varios vestiglos
del Averno y del Tártaro; hace sentir su peso desacostumbrado en la chalupa de
Carón; siente pasar el fantasma desdeñoso de la que había sido su Didó desde el libro
I al IV; y después de ver los diversos modos de sobrevivencia de las ánimas en la muerte (no sin división, ya bastante bien establecida, entre condenadas y bienaventuradas), contempla finalmente las ánimas no nacidas todavía, en especial las destinadas a jugar en los destinos de la futura Roma.” (Agustín García Calvo, Virgilio, Madrid, 1976, pp. 45-46)

Terminaremos esta clase recorriendo el camino que nos lleva hasta la tumba de Virgilio, en Posillipo (el lugar donde se calma el dolor, que es un feliz título de un libro de César Antonio Molina). Si queréis acompañarme sólo tenéis que entrar en el enlace siguiente:
http://www.youtube.com/watch?v=-jW5--KWDAI

FRANCISCO GARCÍA JURADO

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